La selección acusó la floja versión de Xavi e Iniesta y su fragilidad en defensa cuando se lesionó Arbeloa
España jugó con fuego y se quemó en la última jugada del partido. Una pérdida lastimosa de balón de Juanfran, el centro de Ribery y el cabezazo de Giroud. Un empate que hizo justicia castigó a una selección que trató de especular más de lo normal y acusó su alarmante falta de defensas, sobre todo cuando se rompió Arbeloa. Por floja que sea esta Francia, es muy difícil poder contrarrestarla con Sergio Ramos como único defensa puro, ya que Juanfran y Jordi Alba son más extremos que laterales y Busquets no es central ni por asomo. Se equivocó Del Bosque al insistir con el catalán en esa posición y también al ‘politiquear’ e introducir a Fernando Torres a un cuarto de hora del final, cuando lo que hacía falta era reforzar el centro del campo, quizá con Javi Martínez, o cerrar la zaga con Albiol.
España estuvo desconocida, con Iniesta y Xavi muy lejos de su mejor versión y serias dificultades atrás por la sucesión de lesiones que afectaron a una zaga que añoró a Puyol y Piqué. Los locales parecieron cansados, desconectados. Sufrieron como no se esperaba en la segunda mitad ante un enemigo alejado de su época de esplendor. Tuvo mucho que ver que Valbuena ya estaba sobre el campo. España lanzó más pelotazos que de costumbre y se vio beneficiada por un árbitro que anulo un gol legal a Ménez.
Pese al mal partido y empate final, lejanos tiempos aquellos en los que la sola presencia de la orgullosa Francia de Zidane enfrente provocaba temblores de piernas en los españoles. Ese viejo complejo de inferioridad traspasó hace años los Pirineos. La derrota de Hannover en el Mundial 2006 marcó la frontera. Desde entonces, se han visto las caras cuatro veces y ‘La Roja’ aún no ha perdido.
A los franceses les faltan jugadores de jerarquía en el centro del campo capaces de tener el balón, acariciarlo y manejar los partidos. Y eso que Deschamps situó hasta cinco medios en esa zona. Pero todos ellos con la misión de hacer oposición al gobierno español. Pueden presionar y robar pero, a partir de ahí, solo Cabaye y Valbuena, que arrancó en el banquillo, son capaces de inventar.
Es un combinado todavía tierno. Ni Ribery, ni Benzema son capaces de echarse el equipo sobre sus espaldas, pero en su descargo hay que decir que son futbolistas ofensivos que se quedan huérfanos si no reciben balones. Se desnortan en un equipo así, con tan poco fuste. Cuando Francia creció, ellos también mejoraron.
Tan poco asusta a priori esta selección a la que Deschamps trata de cimentar que hasta Del Bosque se permitió una licencia errada. Por una vez en un partido grande, prescindió del doble pivote y mantuvo a Busquets en el centro de la zaga, con Xabi Alonso como único ancla. Un mal negocio. Mantuvo el grupo que brilló en Minsk con la única novedad de Iniesta en lugar de Cazorla. Duró poco el asturiano en el banquillo, ya que a los diez minutos se rompió Silva. El técnico charro siguió fiel a la corriente del ‘9 mentiroso’. Pero hizo concesiones a la galería, y a Torres, cerca del final.
España no jugó con el ritmo, la velocidad y el acierto en el pase que acostumbra. Trató de madurar al rival sin desgastarse más de la cuenta. Los jugadores estaban persuadidos de que los galos son superiores en el físico y que la victoria no era cuestión de músculo. Costó romper las líneas de un enemigo con diez futbolistas por detrás del balón. No estuvo cómoda la selección. Se vio incluso una acción insólita. La patada al aire de Iniesta quizá no se le recordaba desde antes del torneo alevines de Brunete.
Francia se defendía con orden pero encajó el gol de forma ridícula. En un saque de esquina fatal defendido. Lloris dudó en la salida, se quedó a medias y confundió a todos. Ramos se quedó solo y cabeceó al pelo. Se lamentó, se llevó las manos al rostro pero le quedó tiempo para rematar a placer el pase posterior.
Era de suponer que el partido ya sería coser y cantar. Pero Francia estiró líneas y comenzó a generar problemas. España se desenchufó. Permitió primero a Benzema plantarse solo en el área. Menos mal que Casillas sacó una mano maravillosa para evitar el empate. Y después, en una estrategia, Ménez marcó junto al palo pero le anularon el gol por un fuera de juego que solo vio el asistente del juez alemán. A renglón seguido, quizá fruto de la impotencia, Koscielny arrolló como un mercancías a Pedro. Xabi Alonso y Xavi debían ser los encargados de lanzar el penalti pero Cesc cogió el balón, disparó y falló. Lloris le adivinó la intención.
Se complicó la noche recién iniciada la segunda parte. La lesión de Arbeloa debió molestar a Mourinho y provocó el caos en la selección. Juanfran, su sustituto, regaló más metros a Ribery. Cuando entró Valbuena, a falta de más de media hora, la ‘tricolor’ sometió a España a un acoso inusual porque el centrocampista del Marsella se asoció bien con Ribery y Benzema. Y en el suspiro final, llegó el empate. Primer partido de una fase de clasificación que no se gana con Del Bosque.